martes, 31 de enero de 2023

Fuegos en la nieve.

Mientras aún quede un rayo de sol en el horizonte, mientras aún haya una chispa de fuego en la hoguera, mientras aún un solo pétalo siga pegado al tallo, mientras aún un destello de luz se cuele por la ventana, mientras aún una estrella siga encendida en el cielo, mientras aún quede un solo grano de arena en la orilla, mientras aún quede un solo pez, por pequeño que sea, en el océano, mientras aún un árbol luche por sobrevivir en un devastado bosque tras el invierno, mientras las llamas tengan un solo pedazo de papel que devorar, mientras la brisa aun azote tu pelo y mientras aún tengas un solo pelo en el cuerpo que pueda ser agitado, mientras la sangre aun fluya por tus venas y tu corazón tenga una última palabra que decir, mientras el mundo aún implore silencio porque de uno u otro modo quede un solo ruido, mientras las gotas de agua sigan cayendo hacia abajo, mientras el sol siga saliendo cada mañana y poniéndose cada noche, mientras la luna siga en órbita girando a tu alrededor y las mareas vengan y vayan con el tiempo, mientras las motas de polvo sigan flotando frente a ti, mientras quede un solo lunar en tu cuerpo, una sola gota de sudor cayendo fría por tu nuca diciéndote que debes saltar, mientras quede un camino por el que caminar, un cayado que lanzar, mientras quede otra estación, mientras haya una puesta de sol que observar, una sola persona con quien hablar, mientras quede un ápice de vida en tu cuerpo, mientras puedas sentir la tristeza y la alegría, mientras tus pies sigan pudiendo moverse al ritmo de la música, mientras tus dedos puedan aun señalar un mundo mejor, mientras quede una flor que oler, una fuente de la que probar, un susurro por gritar, un deseo constante, mientras tengas la virtud del momento, del instante, mientras puedas gritar al cielo pidiendo otra oportunidad, mientras puedas caer de nuevo y volver a levantarte, mientras tengas un número al que llamar, un mensaje que escribir, mientras tengas algo aún que decir, mientras tus ojos puedan ver, aunque no puedas observar, mientras tus oídos puedan ir, aunque no puedan escuchar, mientras sigan teniendo tus actos consecuencias, sean más positivas o más negativas, mientras sigas sintiendo ese nudo en el estómago cuando hay un bache en el camino, mientras puedas estar en el mundo, lucha, corre, grita, patalea, discute contigo mismo, porque no hay razón suficientemente fuerte o abismo que deba cortar tu camino, no hay decepción ni lucha tan grande como para derrotarte, porque mientras vives nunca pierdes, y mientras lo intentas nunca mueres.
Eres tu propia hoguera, arde mientras tengas madera.

miércoles, 2 de marzo de 2016

Los sueños del vagón.


La mayoría de las personas pasa la vida buscando, esperando a que pase algo grande, o algo bonito, a hacer algo realmente importante para ser recordados por los siglos de los siglos. Una preocupación, aspiración, que todos llevan en silencio, como un virus vagando por el aire esperando que alguien lo encuentre. Siento deciros que ya han pisado la luna, y también que no batiréis ningún récord que no sea el de comer más perritos calientes en el bar del pueblo sin vomitarlos luego, y por perritos también hago referencia al de beber más chupitos de orujo, comer la hamburguesa de 5 kilos en 20 minutos o beber más horchata sin que te salga por la nariz, siento deciros también que no hay hueco en los realities para todos los que queréis fama, y que ya no queda mucho hueco en la casilla de fama de transmisión sexual, sí, me refiero a estas personas que se tiran a un famoso y luego se van a la tele a contarlo, lo siento mucho por todos los que queréis ser recordados, hay un nuevo best seller cada año, un top 40 cada semana, y un empleado galardonado al mes.

Siento ser aguafiestas, ¿sabéis quién soy? Soy esa chica que veis en el metro con los cascos a todo volumen meneando el pie al ritmo de la música, soy la que se va a dormir tarde porque estaba muy ocupada jugando a un juego de ordenador, soy la que no se refugia bajo la parada del bus cuando llueve porque está fumándose un cigarro mojado, la que se deja el paraguas en casa o se quema en la playa por olvidarse la crema solar, esa chica que veis caminando por la calle con el pelo revuelto y enredado, soy la paciencia, la calma y el sosiego, soy la mala noticia del día, la que se emborracha en la fiesta de tu amigo, la que no tiene miedo a sentarse en el suelo del andén, la que está enferma y empeora porque la serie era más interesante que ir al médico. Sé que nunca haré algo grande, los cd's se rompen, los libros arden, las fotografías y las revistas pueden ser destruidas por una gotera, y los nombres se pierden en las memorias cada día, hasta que eres solo esa bisabuela que no conoció a su nieto, o ese antepasado olvidado, hasta que se deja de pagar tu nicho y ponen tus huesos en una fosa común.

Soy esa chica que hace tiempo se dio cuenta de que nunca será nadie, porque ya es alguien, la protagonista de todas sus escenas, no me recordarán ni mis cenizas, y ¿qué me importa?

Lo importante es no perder la chispa que prende y hace que arda toda la habitación, lo importante es arrojar hasta el último aliento en todo, y olvidarse de los 'debería', los 'podría', lo importante es disfrutar de lo que alcanzas a tocar, no tratar de alcanzar algo con lo que disfrutar.

Han muerto muchos poetas que escribieron sin inspiración, han muerto mariposas tratando de volar tan alto como un halcón.

Atemporal.


Adoro el tiempo, no todo el tiempo, adoro el tiempo de más, adoro esos segundos que pasan al despertarse sin saber quién se es o donde se está, ese momento justo antes de abrir los ojos en el que no tienes identidad ni mal trago que te asuste. Adoro los viajes en autobús, pero no todos los viajes, los largos, los que duran más de media hora, los viajes en los que puedes sentarte y disfrutar de no hacer absolutamente nada más que ser y estar, ese tiempo que tienes para pensar sin que nadie se pregunte dónde estás o cuánto vas a tardar, ese tiempo de reflexión interna en el que piensas en las cosas más estúpidas y también en las más profundas.

Adoro el agua caliente en la ducha, pero no es en sí el agua caliente lo que me gusta, adoro sentarme relajada entre agua y burbujas y también los cinco minutos de la ducha matutina a toda prisa, lo que disfruto es la pausa que hace el mundo en mi cabeza cuando entro en el agua, es tanto la soledad como la compañía de los pensamientos que me amenazan. Adoro fumar, fumarme un cigarro antes de entrar a clase o al trabajo, los últimos cinco minutos de paz antes del ajetreo y los gritos, antes del ruido de la actividad, antes de volver a la vida real.

Y es que soy una amante del tiempo, me gusta desperdiciarlo en crear vida dentro de mí, en tener alma y conocerme a mí misma, en preguntarme quién soy y qué hago aquí, en esta vida, en cómo soy realmente, me gusta pensar en quién soy y sentir que tengo un sitio, aunque en realidad solo tenga un sitio en ese autobús, en esa ducha o en ese banco, pero es mi sitio al fin y al cabo. No ando deprisa e intranquila pensando en a dónde he de llegar, disfruto el camino por el que, más rápido, o más despacio, sé que he de pasar, disfruto de mi tranquilidad frente al agobio de los demás. Podéis pensar que no valoro mi tiempo, que lo malgasto, exacto, es mi tiempo, no lo malgasto, lo invierto, lo invierto en las cosas que disfruto de verdad, como divagar, como esperar, como mirar las hojas mecerse con el viento, como escuchar atentamente los sonidos de mi vecindario al despertar, como mirar la luna desde mi rincón secreto y disfrutar solo de estar ahí. Lo invierto en las cosas que me importan de verdad, en el crecimiento personal.

Hace poco alguien me dijo ‘solo son diez minutos’ y me di cuenta de cuan relativo es el tiempo, lo que para alguien solo son diez minutos para mi pueden ser mil cosas, pueden ser un rato a solas sentada mirando al mar, pueden ser un paseo de camino a ningún lugar, pueden ser un par de canciones por cantar e incluso un par de cigarros que fumar mientras hablo conmigo misma. Suelo jugar a un juego en el que uno de los personajes dice ‘lo importante no es el tiempo que tienes, sino como lo usas’ y el valor del tiempo es algo que muy pocas personas ve más allá del estrés y del ‘no puedo’. Gastar el tiempo no es malo, lo malo es gastarlo sin haberte dado cuenta de que es con él con lo que has pagado.

Gritos del pasado.

Podría haber pasado semanas tirada en la cama, atrincherada entre las sábanas, pensando en su sonrisa, en su forma de moverse el cabello. Podría haber pasado días llorando en un rincón de mi bañera, pensando en sus palabras a penas escuchadas por mí. Gritando a esos momentos que no vivimos hasta dejarme la voz y la boca entre sonidos. Nunca pudimos contar las estrellas desde nuestra nube, ni las flores, ni tirar callados al mar, ni caernos de la risa sobre la arena de la playa, ni descubrir nuestra canción o lo que odiábamos del otro. Nunca pudimos saborear los momentos que perdimos, ni las caricias que dejamos escondidas en aquel bar. Podría haber sangrado durante años tus defectos, o mis fallos, hasta haberme consumido entre nuestras mentiras, me hubiese encantado quemar nuestra suerte con la llama de esos besos que nos dimos y perdimos de vista.

¿Dónde está nuestra fuerza? Nuestra voz, nuestros deseos, el calor de nuestros cuerpos, simplemente se desvaneció, y ya es estúpido preguntar a quién le dolió más, no hay solución posible a nuestros pecados, marcados de por vida con el humo de esos cigarros que no fueron a más e incluso con los que sí.

Si solo tenía una vida quería desperdiciarla contigo, si solo tenía un alma quería vendértela a ti, si solo tenia una mente quería perderla contigo, si solo tenia una piel quería desgastarla junto a ti. Pero solo fuimos eso, cigarros consumidos a oscuras, cervezas vacías, perdiendo los papeles, el pasaporte y la cabeza, inmigrantes ilegales en corazones devastados por el sufrimiento, pulmones como bosques sin semillas para nuevos tiempos. Hasta que dejé de querer perder el tiempo contigo, y empecé a perder la paciencia.

Podría haber pasado semanas susurrando tu nombre en la cama en la que me abrazabas y me decías que me querías, pero, en lugar de eso, borré mi sonrisa y mi confianza en los demás, me desperté de ese sueño profundo de dolor, sequé las lágrimas que pusiste en mis mejillas y comencé a caminar, me prometí no dejar a nadie pasar hasta donde te dejé pasar a ti.

sábado, 12 de septiembre de 2015

Defíneme; amor.

Hay cosas que no soy capaz de describir, como el amor; he visto personas amarse tanto y tan poco de formas tan distintas que no podría definirlo, porque para cada una de mis definiciones habría un caso triunfal que la debatiese y un fracaso que la aboliese. Supongo que hay muchos tipos de amor, amores de café, amores de tren, amores de ascensor, amores de vuelo, amores de fogata a la luz de la luna, amores del trabajo a casa y de casa al trabajo, pero muy de vez en cuando encuentras a una persona que quieres que sea todos esos, y tu amor de ver una película un sábado noche en el sofá, y el de enjabonarte la espalda en la ducha, que quieres que sea tanto el de una noche como el de toda una vida, una persona que cumpla todas tus fantasías y vacíos, una persona, solo una. A veces, solo a veces, pasa.

Hay cosas que no soy capaz de describir, como un beso; he visto tantos besos, que una definición sería estúpido, puesto que incluso definiéndolo como un gesto que se hace con los labios erraría. Hay besos dulces, besos apasionados, besos en la boca, besos en la frente, en el cuello. Hay besos que se dan y besos que se reciben, besos que son con los labios, con los dientes, con la lengua. Incluso rozar las pestañas de alguien con la lengua se considera un beso. Y hay besos de película y besos de vídeos caseros. Pero ese beso que te saca una sonrisa, una lágrima y sobre todo ese beso que consigue que tu cuerpo lo recorra un escalofrío; esos besos, solo a veces, pasan.
Hay cosas que no soy capaz de describir, como una mirada; he visto miradas tan diferentes y tan significativas que no sabría cómo definir ese término. Podríamos decir que una mirada es el contacto de las trayectorias visuales de dos personas... pero he visto miradas de decepción chocar contra el suelo y ojos llenos de orgullo y lágrimas rozar el cielo, he visto miradas más tristes que el llanto de un niño, y agonizantes como la muerte misma, he visto miradas de vergüenzas huidizas como ratones... y también he visto miradas tiernas, tímidas, dulces, miradas de amor declarado eterno y de amores ocultos en abrazos no por ello menos longevos, he visto miradas que decían 'daría mi vida por ti' cuando un padre miraba a su bebé, he visto miradas de perdón, miradas que decían 'te amo, sin motivo, sin razón' y esas miradas, esas, solo a veces, pasan.

miércoles, 5 de agosto de 2015

Caricias de papel.

Llevaba tanto tiempo sin verlo en persona que el sonido de su voz era un recuerdo vago en mi memoria, y su cara había quedado difuminada entre miles de caras de desconocidos y personas memorables. El olor de su cuello se había convertido en un misterio para mí, que tan presente lo había tenido meses atrás, tiempo en el que pensar en su cuello me recordaba a mis labios, y a mis ganas de besarlo, pero de besarlo sin cuidado. El tacto suave de su piel, lo extrañaba tanto, su calidez...

Solía pensar en estas cosas a menudo, en lo mucho que me faltaban sus palabras escuetas, en cuánto echaba de menos el mero placer de su presencia...

Suspiré y me abroché el pantalón, hoy al fin lo iba a ver, pero “¿qué sería de nuestra pasión?” no podía dejar de preguntarme eso, como interactuaríamos, si me miraría a los ojos o fijaría la vista en el suelo como si mi existencia lo incomodase, me preguntaba si me acariciaría la cara como antes o se limitaría a mantener las manos en los bolsillos de la chaqueta, como si quisiese que los bolsillos lo absorbieran... Eran tantas las dudas que me negué a pensar meneando la cabeza frente al espejo mientras comprobaba que el maquillaje que llevaba era lo suficientemente provocativo como para resultarle deseable pero no lo suficiente como para que me viese las ganas de desgarrarle la ropa a tres metros de distancia, el cálculo final resultó ser la combinación de unos vaqueros negros rajados a la altura de las rodillas, una camiseta no escueta en metros de tela pero si en grosor, máscara de pestañas y pintalabios rojo, el pelo negro como el carbón cayéndome por los hombros y ni rastro de base de maquillaje. Hasta donde me alcanzaba la memoria, en otros tiempos, sé que habría podido detenerse horas a contar las pecas que adornaban mis mejillas, aunque tanta adoración hubiese sido enterrada por el tiempo sin verme... Cogí el bolso y la poca dignidad que me quedaba, tras haberme cambiado de ropa cinco veces por los nervios, y fui hasta su casa en transporte público.

El silencio dentro de mi cabeza era insoportable, pero ni el sonido de la música en los cascos había conseguido que dejase de pensar, '¿me verá guapa?', '¿seguirá queriéndome?', '¿querrá besarme?', preguntas que se arremolinaban tanto en mi cabeza como en mi estomago...

Pero al fin estaba ahí, en la puerta de su casa, una casa preciosa sin duda, blanca y con laminas de piedra que adornaban las esquinas, podía oír desde la puerta los móviles de campanitas y caracolas que colgaban en la parte de atrás de la casa, junto a la piscina. Estiré el brazo como a cámara lenta y pulsé el timbre, no tardó ni dos minutos en abrirme la puerta y quedarse ahí, de pie, mirándome, sin invitarme a pasar ni con un gesto ni con una palabra, solo me miraba, tenía el pelo castaño, mojado, la camisa a medio abrochar y los jeans demasiado ajustados como para no apreciar lo tremendamente atractivo que estaba esa tarde.

Ladeó la cabeza, sonrió y me dijo:

      - Adelante, pasa. - su voz seguía siendo igual de grave y tranquila, y por la cara que creo que puse yo seguía siendo igual de tonta.

     -¡Ah!, sí, ¿dónde dejo el bolso? - dije cruzando el umbral de la puerta por el pequeño hueco que dejó entre su cuerpo y el marco.

     -Donde quieras, estoy solo.

Estaba solo, bueno, estaba conmigo, a solas... Tardamos un par de minutos en ubicarnos ambos, y acabamos por salir a fumar un cigarro feliz al jardín. Fue ahí donde ocurrió la magia, con los pies metidos en la piscina y mirándonos a los ojos, cuando me pasó el cigarro, nuestras manos se rozaron, y aun si haber fumado lo suficiente mi mundo dio un vuelco enorme.

La tarde avanzó de forma delicada y tranquila hasta que de pronto estábamos en su cuarto, con la luz tenue del atardecer entrando a través de las cortinas, él estaba apoyado contra la pared y yo a cinco centímetros de sus labios, intentando controlar el grito ahogado de emoción. Cerré los ojos y me lancé al vacío, a sus labios, le desabroché la camisa con una mano mientras con la otra le acariciaba el cuero cabelludo. Dejó de apoyarse en la pared para inclinarse hacia mí, agarré uno de los lados de la camisa y lo guié de espaldas a la cama, lo miré a los ojos y lo hice sentarse, y a partir de ahí solo recuerdo sus labios recorriendo todo mi cuerpo, sus manos aferrando mis muslos, mi espalda, solo recuerdo una espiral de sensaciones vibrantes y descontroladas.

Volví a recordar el tacto de su torso desnudo, y el sabor de su piel.


sábado, 18 de julio de 2015

- El arte de saber que estamos vivos

El arte está en una melodía de piano flotando en el aire, a cielo abierto, a corazón extirpado. El arte está en el cuadro del aspirante, que se desgarra por dentro para decir algo, porque de su nombre nadie sabe qué decir. El arte está en un bolígrafo, que se contonea sobre el folio dejando una marca tan personal como una huella dactilar, tan personal como la mano que escribe, y tan sólida como los sentimientos que emanan de ella. El arte es esa chica sentada a tu lado a la que no te atreves a decirle nada, ese momento en el que sabes que es un ahora o nunca, y que si se va la pierdes. El arte es el movimiento errante de las hojas movidas por el viento en la acera, no tan errante por sin rumbo como por no hallar comprensión. El arte está en esa gente que grita, que pelea por su pueblo y sus derechos, llenos de convicciones llegan, y se marchan llenos de moretones. El arte está en la rabia de una pelea, en la danza de dos cuerpos sacudidos por la ira, aunque la belleza se extinga cuando ambos se tocan. El arte está en la risa de un niño, en sus carcajadas sin control, a las que no importa si misa, juicio o hambre. El arte está en la lluvia que empapa, que inunda las calles y los corazones, que nos pone tristes y melancólicos los días de calor, y enfermos los días de frío. El arte está en el fondo de un copa, boca a boca con el tiempo, ambos perdiendo por sed de más de lo que os dieron. El arte está en la juventud, tanto tiempo por perder entre excusas y siestas, entre polvos insatisfechos y besos en puertas. El arte está en la vejez, en los recuerdos, en cada arruga que surca la cara de un anciano, en todos los años de historias que podrían contarnos. El arte está en la desidia, en ese sofá que te atrapa, esa película que te hace dormir, esa tarde gris en casa, el arte de hacer poco y mal. El arte está en el comportamiento errático de un adolescente, o de un bebé, o un anciano demente, el arte está en la falta de explicación para sus actos.

El arte es un punto, una coma, un punto y aparte. El arte es un signo de exclamación expresamente puesto en la oración para conferir un tono de emoción o de cabreo. El arte es un buenos días con un beso y un buenas noches con un abrazo.

Porque al final la vida es eso, empezamos con ganas de comernos el mundo hasta los huesos y acabamos sin dientes para poder comer. Aprovecha tu tiempo, porque, aunque pueden robártelo, una vez lo vives es para siempre tuyo - dijo una joven ilusa sentada en un cómodo sofá a la una de la madrugada. 
Lora Zombie.

viernes, 17 de julio de 2015

Besos de ceniza, besos de café.

No quiero que me moleste ni tan siquiera la hora cuando pierdo el tiempo contigo. En mi locura sé que el reloj se acelera cuando te acercas a mí. Transforma las horas en segundos ante nuestros ojos ausentes, sin remedio, no hay forma de escapar. Cada instante se convierte en menos cuando estás conmigo, cuando estoy contigo, cada tic y cada tac del reloj se me clava en el sentido común, que grita que debo irme, que no puedo estar contigo.

Cada milímetro que se mueve la aguja es una caída más sin remedio, una caída en tus ojos absortos que me observan fijamente, una caída en el aroma de tu piel, como una droga que consume mi agonía. Cada instante que pasa es una caída en tu sonrisa, en tus labios, que aún sin sabor a miel, a cerezas o a caramelo me hacen adicta, besos de café por las mañanas, besos de ceniza en las despedidas. 

Si cada fibra que te tocase supiera cuán afortunada me sentiría yo en tu cama; si cada gota de agua llorase por mí la distancia que se nos guarda; si cada minuto sin ti supiese cuánto me daña... Quizás así nos pararían el tiempo, quizás se disculpasen por cada aliento que perdimos vacilando en los andenes de nuestras idas, quizás así nos abandonarían en un lugar recóndito donde amarnos fuese nuestro deber, y los amaneceres nuestro castigo. Un lugar sin prisa, un lugar sin miedo, un lugar donde poder gritar, reír tan fuerte como quiera, un lugar donde las caricias no se vean pervertidas, donde el llanto no sea una debilidad, donde la valentía de amar se respete, un lugar donde los besos no sean incómodos para el resto del vagón, un lugar donde decir te quiero tenga más valor que pedir perdón.

Quizás si supiesen nuestro secreto, que estiramos el tiempo entre miradas torpes, manos no muy bien amaestradas, gestos patanes y palabras dichas al oído... Quizás así nos dejarían aparcados a parte, solo un tiempo, nos darían un descanso de este mundo atareado, sin pausas para paseos al atardecer. 

¿Es pedir demasiado que me beses otra vez?

domingo, 17 de mayo de 2015

El amor ha muerto.


El amor ha muerto, has sido tú, y él, y yo, hemos sido todos.

El amor murió el día que empezamos a describirlo con fotos perfectas de momentos finitos, en lugar de con palabras interpretadas por los ojos que las leen, el amor murió el día en que un mensaje cobró más valor que una voz, el día en que un estado civil en una red social tuvo más importancia que un 'te quiero', el día que salimos a pasear para sacarnos una foto, y no para darnos un beso a la luz de la luna. El amor murió en ese 'te amo' borracho, murió en esos celos, en las caricias interrumpidas por politonos, murió entre la frase de una canción degradante, entre el ruido de los coches y las bocinas, murió entre vasos de tubo y alcohol, entre drogas duras y dietas prometedoras de belleza, entre esquina y esquina, murió ante el odio de desconocidos que se gritan en la calle, a los pies de los niños que pelean por un juguete, murió en las lágrimas de ese joven que se derrama entre lamentos e insultos en el baño del colegio, murió bajo los apuntes que otro le tiró al suelo.

Ha muerto en las ciudades abarrotadas y en los pueblos desiertos, saltó a las vías del tren, gritos de dolor sin sonido, sin color. El amor murió en cada niño desnutrido, en cada madre que desconsolada ve a su hijo morir recién nacido, el amor murió hace tiempo entre velas aromatizadas y masajes con final feliz, entre la fiebre del sábado noche y los polvos de hada que se meten por la nariz, en cada diente de leche que cae y cada muela del juicio que nace, que aun sin juicio en la sangre resurge y rompe la inocencia, y es que la decencia ya no existe, y lo vemos cada día en la calle, en esa gente que pide dinero, mientras el paquete de tabaco que consumo para escapar cinco minutos del trabajo paga al estado que me asfixia. ¿Qué tiempo te queda para amar si no llegas a rendir cuentas al banco? ¿Que tiempo te queda para hacer el amor si cada noche te duermes agotado entre preocupaciones y facturas? Si pagas al enemigo con tu sangre, si el trabajo te esclaviza en lugar de darte medios, si la televisión se ha vuelto el tema de conversación en la cena, ese aparato que solo habla y no pregunta, esa almohada que solo escucha y no responde, y cada palabra que traga no la borra de tu mente. 

El amor era ese niño que ríe, el amor era esa carta de ternura, el amor era la pasión sobria, el amor era la puerta siempre abierta, era la tiendecita de tu barrio, era la sombra de ese árbol que cortaron para hacer una marquesina, el amor era la lata de refresco en el parque con amigos, el amor eran los juegos de cartas, era esa mano que te ayuda a levantarte cuando caes, era la tirita con dibujitos, el flotador y los manguitos, la tierra y la arena, no la consola más moderna, el amor era esa señora que sonríe, el olor a pan casero, el amor era cosa de todos, y ahora ni de dos es un 'te quiero'.

Cuando tanto se conoce, tanto se quiere, tanto se necesita y tanto duele, cuando el dinero vale más que las personas, y por dinero vives, y por dinero mueres, ni el amor reina ya en nuestros cielos, ni la belleza en nuestros huertos.

Y ya el amor ha muerto, rezad ahora por vuestros cuerpos.

miércoles, 25 de marzo de 2015

No tenerme aprecio.

He de admitirlo, no soy nada especial, no lidero una campaña feminista, ni rescato gatitos de arboles en llamas. Tampoco soy muy inteligente, mis conocimientos abarcan menos de lo que podrían abarcar; no soy deportista, ni nadar, ni correr son lo mio, quizás ni siquiera caminar. He de admitirlo, mi cuerpo no es envidiable por nadie, tengo un cuerpo mediocre, el grado mas ordinario de normal, mis piernas no son largas, mi cintura no es de avispa, mis uñas no logran crecer lo suficiente para lucir, no tengo los pies pequeños ni grandes, no tengo los ojos adornados dulcemente con pestañas infinitas y oscuras como el carbón, mis dedos son cortos y rechonchos, y mi pelo, aunque solía ser castaño muy oscuro, ahora es azul, mis iris son marrones con motas color miel, tampoco nada que admirar, mi voz puede resultar irritante al hablar, no estoy guapa al levantarme y tampoco al llorar, mi risa es escandalosa y no puedo controlarla, no tuve la mejor media de mi clase, dejé la carrera que empecé, fumo, bebo, y he de admitir que nunca fui especialmente elegante o correcta, he cometido errores por doquier, y no llegaré virgen al matrimonio, mi lista de amigos es reducida, mi lista de exparejas más, no infundo respeto o eso creo y me perdí hace tiempo en un mar de dudas sin contestar, no tengo un vocabulario tan extenso como podría ni hablo con un acento particularmente especial, nací en una familia poco convencional. He de admitir que no compro papel reciclado ni mantengo una dieta sana, no reciclo todo lo que podría reciclar, ni leo a penas, mis dibujos son mediocres y hace tiempo que no sueño cosas buenas. No soy linda, ni una princesa, no se poner lavadoras y la cocina se me escapa por completo, los masajes no los doy perfectos, ni enamoro a quien quiero, tengo muy mala memoria, incluso para las cosas importantes, no soy rica ni exuberante, y el mundo me cae encima a menudo. Lo admito, soy infantil en algunos aspectos, y demasiado controladora en otros tantos, incluso a veces demasiado seria, o demasiado risueña, no canto mal, pero tampoco de forma destacable, muchas cosas me duelen demasiado adentro, y nunca se con quien hablar, y en ocasiones, a pesar de ser desconfiada, cuando confió en una persona hablo demasiado, y eso no significa que esa persona sea digna de confianza.
Me he equivocado tantas veces que seria pecado que fuese al cielo, he metido tanto la pata que mi mera existencia es un error, y si ya dije que no soy inteligente, y sabiendo que no es lo mismo que ser listo, he de admitir que no soy lista, ni audaz, no sé tocar ningún instrumento, creo que incluso un tambor seria demasiado para mi, Podría haberme esforzado más en casi todos los aspectos de mi vida. Mi piel no es semejante al terciopelo ni mis mejillas rosadas, ni siquiera mi nariz tiene algo admirable, es una nariz normal, mi cara esta rociada de pecas de tamaños y colores variados, no soy fotogenica, ni alta, ni esbelta, ni sexy, ni alegre, ni positiva.
Y con todos estos defectos, el que sorprende a la gente y el mayor de todos ellos, no tenerme aprecio.

miércoles, 18 de marzo de 2015

Río abajo.


Caminaba siguiendo el río, respirando aire húmedo y limpio, olía a bosque, a raíces, a hojas verdes, a vida y muerte, me guiaban la corriente y la intuición, llevaba más de una hora caminando, descalza, con una camiseta blanca y un pantalón vaquero ceñido, vivía cerca de allí, y tras dedicar toda la mañana y parte de la tarde a deshacer cajas de mudanza y colocar cosas decidí salir al jardín trasero y después fue como si algo desde mi interior me gritase que fuera río abajo.
El paisaje era precioso, árboles, setas, pequeños animales correteando y huyendo de mi presencia, la luz del sol impactando en el agua, pequeñas corrientes de aire llevándose los cadáveres de hojas y flores secas.
Caminé aproximadamente dos horas, hasta que llegué a un lugar que frenó mis pasos, un prado de amapolas rojas, me resultaba excesivamente familiar, quizás un recuerdo de niñez o un sueño… Pero no pude evitarlo, me adentré entre las flores y me tumbé a disfrutar los últimos haces de luz del día, estaba atardeciendo, era un día cálido, agradable, hasta el punto en que poco a poco fui cerrando los ojos para adentrarme en los sonidos del bosque, oía pajaritos piar muy cerca de mí, probablemente en los árboles a mi izquierda, oía al sonido del agua al descender y un poco más a lo lejos, como si de una pequeña cascada se tratase, el sonido del agua golpeando contra las rocas.
Oía el viento agitando las ramas de los árboles y un grillo comenzando su serenata nocturna. Perdí el sentido del tiempo y el lugar, supongo que me perdí un poco en mi mente. No sabía cuánto tiempo había pasado pero el piar de los pájaros había cesado, todo estaba en silencio y aún tenía los ojos cerrados, mi respiración era hora más pesada, y el aire mucho más denso, abrí los ojos. La luna llena me permitía ver un poco a mi alrededor, el sol había desaparecido y una niebla tan húmeda como fría había tomado lugar, sólo podía ver eso, niebla, me rodeaba, me sentía perdida.
Comencé a moverme, casi sincronizados con los míos escuché pasos, pasos ajenos, me detuve y se detuvieron, continúe y siguieron; el corazón me iba a explotar, podía notar los latidos en todo el cuerpo, la adrenalina comenzó a tomar el control de mis patéticas y asustadas piernas, que pasaron de estar inmóviles y temblorosas a tensar todos sus músculos con la sencilla intención de echar a correr río arriba, y así lo hice, eché a correr, cegada por el pánico; pero la carrera se detuvo enseguida, entre un paso y el siguiente colisioné contra algo duro delante de mí, me caí de espaldas. La niebla era tan espesa que no hubiera podido distinguir mis manos a más de medio metro. Apoyé un codo tras mi espalda y al apoyar el otro justo delante de mí apareció un rostro, sonriente, un ojo azul y otro color miel, pelo rubio, largo, rizado; mirándome fijamente, a menos de un palmo mi nariz de la suya, las vías respiratorias, el estómago, el corazón fue como si todo eso se hiciese un nudo a la vez, me quedé sin respiración, y perdí el sentido.

martes, 17 de febrero de 2015

De mente sin ley.

No hay estructura en mis poemas. No hay orden en mis oraciones. No hay tempo en mis canciones. No hay razones en mis actos. No hay esquemas en mis dibujos. No hay motivos para un color u otro. No hay leyes en mis decisiones. No hay leyes en el arte. 

La belleza es la sorpresa de algo nuevo pero a la vez conocido. No me importa si es rima asonante o consonante, cuantas sílabas tenga cada verso, si las vocales se unen entre sí o la coma esta aquí o allí. A menudo el ser humano pone tantas normas que termina por estropear la belleza de la casualidad, la belleza de la intuición. No me importa si se ha apuñalado el lienzo con rojo, o si una margarita rozó su piel, si son colores cálidos o fríos, o las líneas son gruesas o finas, no cuartaré tu libertad, no estableceré leyes en tu belleza. No me importa si este invierno se lleva el color marrón o gris, o gorros que parecen bufandas, o estampados de flores. 

Nos imponen ciegos y mudos leyes sordas sin color, sin dueño, ¿quién lo dijo? ¿Puedo poner una coma aquí?, ... Y nadie responde, solo se juzga, sin porqué, sin castigo. ¿Y si dibujo un árbol con un bolígrafo, y me queda bonito, pero lo dibujo en una servilleta, y la arrugo hasta que el papel coja ese aspecto de tela roída...? ¿Y estiro esa servilleta, y la meto en un marco de cristal...?
¿Acaso no puede ser eso, para mí, belleza? 

La restricción no es mala, si es comedida, la moral no es mala, si es comedida, la fe no es mala, si es comedida, la norma no es mala, si es comedida. No dejemos que unas esposas que nosotros mismos hemos dibujado nos impidan poner una sílaba más que nos estropee la estrofa, no permitamos que nuestro pincel esté atado con una cadenita, como el bolígrafo del banco. No dejes que te arrastre la corriente.

No hay estructura en mis poemas. No hay orden en mis oraciones. No hay tempo en mis canciones. No hay nunca, razones en mis actos.

miércoles, 4 de febrero de 2015

Luna roja.


Aquella tarde el cielo anocheció sin estrellas, más oscuro de lo que jamás había sido, los gatos acallaron sus maullidos, quedaron mudos al igual que el resto de seres vivos. No se oía ni un susurro aquella noche de invierno, sólo el latido sordo de un corazón desesperado, la respiración insuficiente de aquella loca chica que aún creía en el amor y los finales felices.

Con el corazón acelerado corría todo lo que sus piernas podían aguantar por una carretera perdida de la costa, con el único objetivo de alcanzar al motivo de su felicidad, Dan, un chico al que apenas conocía pero que lo sabía todo de ella, alguien que había dado su vida por rozar tan solo una vez sus labios, alguien que había cambiado su eternidad por un 'te quiero', se existencia por una caricia suya.

Ajena a la realidad Heaven seguía corriendo, sentía que el corazón se le salía del pecho; a lo lejos Dan, con los brazos en cruz, descamisado y descalzo, con tan solo unos pantalones negros miraba al cielo esperando su final. Ella sabía que Dan había escuchado sus pisadas a más de 300 m de distancia pero continuaba allí parado.

Heaven se acercaba cada vez más, sin parar de correr y cuando estuvo a solo unos pasos de aquel temerario chico que se había atrevido a amar él se dio la vuelta; Heaven chocó contra él y fundiéndose en un abrazo él la rodeó y le susurró:

- Todo estará bien pequeña, todo estará bien, tú sólo sigue hacia delante y nos encontraremos en el camino.

Dan separó sus cuerpos y sostuvo la cara de Heaven entre sus manos, los ojos de ambos mantuvieron una mirada llena de dolor, él acercó su cara lentamente a la de ella y con los labios temblorosos la besó en la boca y a continuación en la frente.

La luna se tiñó de rojo y la tierra comenzó a temblar, la noche que unos segundos antes era estática, un cadáver, ahora no paraba de vibrar en un rugido, un estallido sonoro.

- Adios - le gritó Dan por encima del aullido de la tierra. Y entonces pronunció las palabras prohibidas - Te quiero - rápidamente la tomó de la mano, se la apretó suavemente como despedida y la levantó por encima su cabeza para a continuación tirarla por los aires a unos 5 metros de distancia; su cuerpo chocó contra el suelo como si de una muñeca de trapo se tratase, acto seguido todo el tramo de carretera que lo separaba se desmoronó, pedazo a pedazo, dejando un enorme abismo entre ellos.

Heaven pudo escuchar como Dan profería un aterrador grito de dolor mientras una luna roja caía del cielo hasta penetrar en su cuerpo a través de sus ojos; un escalofrío doloroso cruzó el cuerpo de ella, que a duras penas y casi arrastrándose consiguió ver lo que estaba pasando al otro lado. Dan se retorcía de dolor en el suelo, una luz roja como una minúscula llama inscribía símbolos extraños por toda su piel, seguía retorciéndose, gemía de dolor. Heaven no podría soportarlo, no podía ver a la persona que más quería sufriendo por su culpa, tirado en el suelo, y no hacer nada... Apoyándose en el suelo y en sus propias piernas consiguió ponerse en pie. Cuando por fin se había erguido del todo notó que algo dentro de su abdomen crujía, se había roto una costilla y esta le había perforado la carne, saliendo por debajo de su pecho. Heaven se mordió el labio y, con los dedos índice y corazón, mientras sujetaba su costillar con la otra mano, introdujo el saliente de hueso en su abdomen. Caminó cuatro pasos hacia atrás, cerró los ojos y recordó aquel primer beso que se dieron al amanecer en la playa, recogió una lágrima a la altura de su mejilla con un dedo ensangrentado y echó a correr hacia el precipicio. Había un vacío de un largo de tres metros aproximadamente, pero nada de eso importaba, ni la distancia más grande habría podido separarlos. La carrera infinita llegaba a su fin, y al fin Heaven saltó, el vuelo duró unos segundos que parecieron eternos, pero no fueron suficientes. Todo lo que unía a Heaven con la vida y con Dan en aquellos instantes fueron las yemas de sus dedos.

Sacó fuerza de su dolor y trepó, trepó como si hubiese dedicado más de la mitad de su vida a eso, apoyó los pies y se empujó hacia arriba, se agarró con las manos, siguió hasta poder apoyar la rodilla y una vez en ese punto nada podía detenerla; saltó a la superficie y se acercó a Dan, sentada de rodillas levantó su cabeza y al contacto de su piel se transmitió aquella llama abrasadora que poco a poco devoró la vida de ambos.

- En el cielo o en el infierno estaremos juntos para siempre - dijo Heaven y después de esto ambos entregaron su último aliento en un beso.

Los dos habían pensado siempre que las normas estaban para romperse. No importa si eres un ángel o el mismo demonio.

jueves, 6 de noviembre de 2014

Tinta invisible.

Cuando todo se acaba, y no hay nada que decir, o creemos que no lo hay, o no sabemos cómo expresarlo, o no podemos. 

Cuando las palabras nos taladran hasta hacer sangre y duelen no solo en el corazón, o nuestros propios pensamientos no nos dejan pensar, cuando nos gritamos a nosotros mismos por  dentro y las ganas de arrojar algo contra la pared nos dominan. 

Cuando ni tan siquiera un chasquido de dedos es capaz de llamar nuestra atención y miramos por la ventana pensativos pero con la mente en blanco, sin debatirnos, porque no tenemos nada que contarnos, nada que decirnos a nuestro propio oído. 

Cuando el viento nos susurra que corramos hasta el final del precipicio y saltemos a ciegas cual ángel expulsado del cielo, o los nervios no nos dejan ver por exceso de mirar. 

En esos momentos en los que hablar no se puede o no se debe solo quedan las luces y los colores de una canción, música. Tristeza, ira, ausencia, locura. Música. Todo.

Es un sentimiento cifrado, es un color invisible, un cuadro pintado con tinta invisible que solo con la luz adecuada entiendes; es una caricia, un abrazo, un beso en la mejilla o un empujón en el momento justo, es una venda para lo que no quieres ver y la luz que ilumina lo que tienes claro, es el silencio absoluto y tranquilo de la mente, el respiro en el que tu voz se apaga y se encienden los recuerdos, cuando se eriza la piel y sientes un cosquilleo en la nuca, o cierras los ojos como hipnotizado. Es un paisaje que tenías olvidado, como una foto perdida. Las canciones son las lágrimas cálidas que  te arropan en la cama cuando sientes que no puedes más y te desplomas. La melodía de una victoria o una derrota, la canción adecuada, sin una palabra, puede hacerte tomar decisiones que llevaban días colgadas junto a la ropa mojada en el tendedero mientras no paraba de llover, puede hacerte llorar de alegría o de la más grande pena, o puede hacerte reír a carcajadas de ti mismo, o levantarte de la cama mejor que un familiar preocupado o un amigo insistente. Incluso puede ayudarte a planear una declaración de amor o una venganza. 


La música no nos guía, ni nos abraza en las noches frías, pero nos hace el camino más ameno, nos relaja y nos pone de los nervios, casi como un mejor amigo o una relación destructiva.

lunes, 13 de octubre de 2014

El otoño trás el invierno.


Me pregunto que me pasó, dónde me perdí y en qué momento. Me pregunto si era cierto el dolor de tu mirada o si la dulzura de tus caricias era provocada, me pregunto si quizás era yo quien me engañaba, o si la brisa cálida del verano tanto me despeinó como para que me cegara, me pregunto como fue...
Quizás fue la sal del mar, que intoxicó mi alma, o el frío de la noche, que me obligó a arroparme con tus sabanas. ¿Fui tuya en algún momento? Ahora creo que no, que nunca decidí quererte, quizás nunca te quise... ¿Fuiste tu quien me arrojó al vació? puede que fuese yo quien saltó.
Miro nuestras fotos y ya no siento nada, pero consigo recordar lo que sentía cuando fueron tomadas. Creo que el invierno esta atacando mi corazón de nuevo, que vuelvo a ser un copo de nieve entre la arena del desierto, observando besos clandestinos y miradas de deseo en los metros, y no siento nada, no quiero eso, no quiero nada, no deseo, solo camino disfrutando de la felicidad de los demás, fantaseando con que algún día quizás otra persona observe nuestros besos enjaulados en un bus, o intercepte el detalle de nuestros dedos entrelazados, pero nuestros, nuestros, nosotros, ¿quien eres? no te encuentro.
Te busco en las calles, en los andenes, en las estaciones, bajo los balcones de Barcelona mientras me resguardo de la lluvia, y mientras corro por la calle con el paraguas sobre la cabeza; busco tu reflejo en los charcos, pero con el agua turbia no te veo, te he buscado incluso en los rincones de mi cabeza, y no estas, y a pesar de tu carácter esquivo cada día te quiero más, y te imagino sentado en una cafetería con un libro que no me resulta familiar, y me imagino tus labios presionando la taza de café, y la recaída de tus ojos sobre los míos desde lejos, puedo ver incluso un mechón de tu pelo deslizándose desde detrás de tu oreja hasta tu cara, pero no consigo verte.
¿quién eres? ¿eres tu? ¿soy yo quizás? ni siquiera podría decirte donde estoy o donde estas, o si corremos en la misma dirección bajo la tormenta, o si nos alejamos porque ya estuvimos cerca, si somos dos almas o una, una naranja o un limón, y lo cierto es qeu creo que este amor esquivo soy yo, que me busco y no me encuentro, que me odio y me quiero, que me reflejo en el cristal cada mañana y me extraño, que hace mucho que no reconozco mi propia cara y que ya no se quien soy siquiera, si soy yo o soy una cualquiera.
Pero me encontraré, en una plaza, al rededor de una hoguera en la playa, o quizás me vea desde un balcón, o puede que en una pastelería, mientras tomo un chocolate caliente y converso con una amiga, o mientras leo un libro junto a una estantería. Y seremos nosotros de nuevo.

jueves, 25 de septiembre de 2014

Azul y verde.


¿Qué se esconde en el océano? Quizás grandes pulpos de color violeta o malva, con los ojos grandes de color azul cielo y los tentáculos suaves como el terciopelo. Quizás híbridos entre medusa y globo, como un circulo muy redondito acabado en una especie de tutú de ballet hecho de membrana semi transparente, y de color amarillo, con los ojos más negros que jamás hallas visto. Puede que existan grandes serpientes con aletas similares a las alas de ángel, de todos los colores habidos, con escamas, de color lila, granate, rosa, azul o verde, en la parte superior, y diminutas ventosas a lo largo de todo el vientre, ventosas del mismo color que sus redondeados dientes, plata azulado. O criaturas similares a nosotros, con dedos en las manos pero sin pies, cuyos dientes cortan como sables, con colas similares a las de los peces pero de un tamaño mayor, y trajes hechos de algas, adornando sus cabellos con pedazos limados de coral.


¿Qué se esconde en el bosque? Quizás pequeñas hadas con alas de libélula, ataviadas con pequeños atuendos hechos con pieles de conejo, mulliditos y con mucho pelo, y cargando arcos y flechas, con la lengua bífida de color rojo al igual que sus ojos, y la piel translucida a la luz del sol. O quizás cuervos que no son cuervos, sino felinos alados, de un color tan negro que se confunde con la noche en el momento en que para devorarte te ciega poniendo sus alas sobre tus ojos sin que lo veas llegar. O puede que hallan grandes lobos, con un pelaje muy distinto a toda clase conocida, similar al tacto de la corteza de los árboles, con las orejas redondas en lugar de puntiagudas y los dientes no de hueso sino de piedra. O pájaros de luz, como luciérnagas en la noche, fuegos fatuos, con la capacidad de cambiar de color a voluntad para guiar a los caminantes perdidos de vuelta a casa sin ver nada que los pueda desalentar, con los ojos y el cuerpo transparentes para poder iluminarse y el pecho peludito, con el pico rosa y un canto dulce y fino.


martes, 9 de septiembre de 2014

Sueños de ceniza.

Tengo una sorpresa para ti, le dije mirándolo a sus intensos ojos felinos. Una caja de madrea y rebordes y cerradura de hierro apareció sobre mis manos, tendidas hacia el. Ábrela, le dije; ábrela, insistí en un tono ligeramente más alto. Preguntó por la llave y señalé su cuello y el inicio de su pecho, y de pronto una chispa en su piel se transformó en rojez, y esa rojez ardiente tomó forma, forma de llave, vi el terror en su mirada, su piel había entrado en erupción como si de aceite hirviendo se tratase. Se llevó la mano a la zona ardiente con una exhalación a medio camino entre el suspiro y el grito, tuve que evitar sonreírme... Su mano en contacto con su piel calmó las llamas, y cuando apartó la mano de sí y me mostró la palma con cara de asombro no consiguió siquiera tornar mi diversión en sorpresa, la llave estaba ahí. Ábrela, repetí con voz amable y risueña, la caja seguía en mis manos, y mis manos tendidas hacia él, trató de acercar la llave a la caja sin moverse de la distancia de seguridad que el mismo había creado, la distancia de seguridad que había creído necesitar, pero la llave, que era mucho mas inteligente que yo, enredó un cordón al rededor de su cuello y lo ciñó hasta que de un palmo se trataba la distancia. Me miró perplejo y se acercó con cautela, se inclinó sobre la caja y tras dar tres vueltas a la llave la caja se abrió de golpe, arañandole una mejilla en la zona del pómulo, brotó tan solo una gota de sangre, una misera gota de sangre que rodó por todo su cuerpo y enrojeció su ropa hasta llegar al suelo, y cuando quise darme cuenta todo el pavimento de la habitación estaba recubierto por una fina capa de sangre. Mírala, grité. Me miró a los ojos y cohibió mi alma, una lagrima de cada uno de sus ojos en su cara. Mira dentro, por favor... Susurré mientras mis lagrimas amenazaban con volar sobre mi rostro. Se inclinó de nuevo y dijo de forma casi inaudible 'está vacía', y respondí 'no, dentro está mi corazón'. Intentó distinguir sombras de grises pero él solo veía oscuridad en la caja, y tras minutos, similares a años, de observación, metió las manos en la caja esperando un tacto viscoso y húmedo, el tacto de un corazón humano recién extirpado del pecho de un vivo, pero en lugar de eso encontró polvo, gris, sacó las manos en cuenco de la caja sosteniendo parte del polvo oscuro y con una cara contrariada y al borde de la derrota, dijo semimudo 'solo hay ceniza'. Sus articulaciones fallaron por primera vez y la ceniza volvió a caer en la caja, esta se cerró de golpe y tras el sonido de su cierre se transformó en ceniza la caja que sostenía y yo tras ella.

miércoles, 3 de septiembre de 2014

Solo quiero...

Tan solo quiero despertarme un día y ver que estoy en un lugar que no conozco pero me resulta acogedor, con la luz del amanecer penetrando limpia en mi retina, unas cortinas blancas o azules semitransparentes cubriendo la ventana y derramándose hasta el suelo. Mirar la habitación, no muy grande, solo lo suficiente, y ver un armario de madera, las paredes pintadas de gris.
Un olor espeso en el ambiente, perfume quizás, o puede que la mezcla de dos perfumes... Un olor dulce, flotando en mi mente... Y llevarme los dedos a los labios recordando un beso, un beso cariñoso y eterno posado en mi boca, y sonreír y recordar entrecerrando los ojos. 
Y mirar hacia la derecha de una cama blanda y grande, con sabanas suaves y cálidas, y ver un bulto junto a mi en ella, un cuerpo semi desnudo, piel morena, la mas suave que jamás habré rozado con mis mejillas en un abrazo de consuelo desbocado, y unas manos marcadas por la pena y la esperanza, unas manos casi tan sensibles como su mirada, aún dormido podía verla a través de su nuca, una mirada compasiva y buena, una mirada de ternura cuando me observaba. Y sus labios... Sus labios nacidos del fruto prohibido, tan firmes para hablar como para rozarme el cuello, mientras mis dedos quedaban enredados entre su cabello y yo pedía a ese cielo en el que no creo, rogaba, que de enredo en enredo no pudiese soltarle, y se quedase conmigo para siempre, en aquella cama grande y blanda...
Solo quiero despertarme un día y ver que el tiempo ha pasado, que el está a mi lado, en una habitación y una casa para los dos, para pasar las horas debatiéndonos entre locuras sin nombre y obligaciones sin cabida, para respirar su aroma a cada instante, y perderme entre sus susurros al oído y sus caricias en las piernas, tumbados en un sofá blanco viendo una película que nos guste, porque os prometo que quiero estas con él el resto de mis días, y que cada mañana abro los ojos perdida porque no está aquí.

sábado, 30 de agosto de 2014

En los rincones más absurdos y los caminos más estrechos.

Hay cosas... Cosas que nunca nadie se para a observar, detalles tan pequeños, como una gota de agua, o tan efímeros, como un aro de humo en el aire, que pasan desapercibidos ante los ojos de la mayoría de los mortales, que en este mundo creo que somos todos.

Un rayo de sol pasando a través de una nube densa, impactando justo sobre el mar. Una libélula azul revoloteando sobre un pequeño lago de agua estancada. El impacto de una ola contra un acantilado, las gotas de espuma lanzadas en mil direcciones para volver a caer al agua. Una brisa que mueve las hojas verdes de los arboles más altos. Las formas de las nubes o del humo al consumirse el cigarro.

Un hilo de agua deslizándose por su espalda. Una media sonrisa en una cara perfecta. Un lunar en un cuello deseado. Cinco dedos comprimiendo un muslo, dejando ver un hoyito bajo cada uno de ellos. Una piel cálida y suave o quizás fría. El resonar de un corazón en su caja torácica cuando lentamente y de forma sentida te apoyas en el pecho de alguien. Un caminar tajante en una calle vacía.

Quizás me he vuelto loca, quizás solo lo veo yo, las arrugas del agua provocadas por el viento, la belleza de la lluvia golpeando todo lo que pueda alcanzar. Quizás fue por casi morir y agarrarme a la vida que ahora los pequeños y diminutos paisajes como una gota de agua redonda o un estanque sin peces me abruman.

Ojalá levantaseis la vista del camino que aún no han recorrido vuestros pies y pisarais con la mirada por una vez el presente, y vieseis que incluso un anden de tren es perfecto a su manera, y miraseis los detalles en las personas, en lugar del ordinario conjunto, como unos labios pintados de rojo para llamar tu atención, o una prenda de gasa que deja ver tras de si las formas, y paraseis vuestro mundo frenético un segundo, solo un segundo, para ver todo aquello que se mueve de forma más lenta que vosotros, si vosotros, desconocidos que caminan por el metro mirando al suelo y procurando no chocarse con nada, ojalá vieseis la inmensa belleza que yo veo.

No busques la belleza, no preguntes por ella. Se esconde en los rincones más absurdos y los caminos más estrechos. No la busques, encuentrala.


jueves, 21 de agosto de 2014

Se siente frío.


Se siente frío, como si la energía abandonase tu cuerpo de forma progresiva a un ritmo dependiente del tamaño de tu sonrisa, a mayor sonrisa más lentamente desaparece el calor de ti, pero, al ritmo en que la melodía de tus labios cesa, echando la sonrisa de tu faz, al ritmo en que tu cara pierde su expresión y su paz, el calor acelera su huida en busca de otro cuerpo que anidar, volando sin importarle el cuerpo gélido y pálido que deja atrás.

Se siente mal, como si diez mil agujas de tejer se clavasen en en cada uno de los rincones de tu cuerpo, y la sangre a borbotones brotase y descendiese hasta el suelo, como una ráfaga de escalofríos recorriendo cada una de las puntas de tus dedos y avanzando hasta tu espina dorsal, como el instante en el que ya sonó el disparo pero aún el grito no salió, como si se agotase el tic tac del reloj.

Se oye el silencio, dentro de tu cabeza, como una muchedumbre muda de odio, como la dificultad para salir de las palabras de rabia, como el eco vacío de una puerta al cerrar, la nada reiterada en tu interior, sin voz interna que te ordene lo que hacer ni animal salvaje y desbocado que grite sus deseos mas profundos, la nada, ni un murmullo que te guíe en la dificultad.

Se ve oscuro, cuando la luz de tu amanecer desaparece, cuando tu sol huye de tu horizonte, cuando los rayos de luna se esconden, las luciérnagas perecen en la oscuridad, y no hay cerilla ni vela que te pueda alumbrar; cuando es tan espeso el negro que se puede palpar, cuando dentro de la sombra ya no puedes ver las sombras pasar, cuando el brillo de esa mirada se extingue o se va y con su brillo se va tu esperanza, estás solo en la oscuridad.

Pálida, aturdida, fría, desalmada, sorda, muda, ciega y en agonía. Cuando no estás.

jueves, 24 de julio de 2014

Hojas Secas.

Cuando el mar sea negro y gris, en lugar de turquesa y azul y las gaviotas no puedan levantar el vuelo…
Cuando el oleaje rompa contra edificios en ruinas en lugar de rocas y arena y la tierra mengüe…
Cuando los bosques se hayan transformado en vertederos y papel y las hojas comiencen a desaparecer…
Cuando la mitad de la fauna se haya extinguido y la otra mitad se encuentre entre barrotes y sonrisas de niños que no conocen lo que no es asfalto…
Cuando el oxigeno escasee y solo se pueda ver a través de una densa capa de contaminación…
Cuando la niebla no sea blanca si no gris, la tierra no sea fértil ni húmeda y los huertos perezcan entre ácido y polvo…
 Cuando el pánico y la rabia, la impotencia y el odio, se apodere de nuestros bisnietos y las calles masificadas por las que caminen sean peligro y desolación…
Cuando la tecnología supere a la ficción y no queden palabras de esperanza…
Nos retorceremos desde el más allá, entre podredumbre e incapacidad, suplicando al sucio y desalmado cielo una segunda oportunidad. Querremos levantarnos y luchar.

Cuando ya sea tarde para arrepentirse, dado que la muerte es incorregible, cuando todo esté inerte y no quede paz en la mirada de los jóvenes… Nada podremos hacer para iluminar lo que oscurecimos.

jueves, 5 de junio de 2014

Cautividad.

Despertó aquella temprana mañana tirada en la cama, y con pose de abandono, abandonada por el mundo y al fin abandonada por sí misma. Habiendo olvidado las clases, las tareas, sus deberes y obligaciones, yacía semimuerta en su cuarto, cual cadáver que aun respira, abrió los ojos y despegó con esfuerzo su mejilla del colchón, se sentó cara a la ventana y enrolló su cuerpo en un edredón calentito.
Con el maquillaje destrozado; la mitad de la barra de labios pegada a la almohada y la otra mitad esparcida entre sus labios y sus comisuras, el rímel junto al lápiz de ojos marcando por sus ojeras y sus mejillas el recorrido de las lagrimas que la arroparon la noche anterior.
La habitación un caos, la ropa se derramaba de armarios y cajones como enredaderas que intentan trepar hacia la luz. Un vertedero de colillas y cigarros sin acabar en la mesita de noche y ceniza decorando el suelo color crema. Una foto de pareja quizás; los dardos que se clavaban sobre ella no dejaban distinguir bien las figuras.
Extendió la mano  hacia la cajetilla de tabaco y se encendió un cigarro mientras con la otra mano cogía por el cuello a su querida mascota, una botella de vodka, y la miraba fijamente pensativa.
Rosas, velas, pétalos… Pasaban sus recuerdos por su memoria.
Helado, risas, besos… Ropa, saliva, sudor…
Lagrimas, despedidas, gritos…
Gritó, un grito  irrumpió desde su estomago y se abrió paso a través de sus cuerdas vocales, la botella voló hasta la pared, rompiéndose en pedazos.
Le costaba respirar, pero lo conseguía agitádamente, los rayos de sol comenzaban a entrar por la ventana. Se levantó de un salto, un salto de rabia, y fue al baño, lavó su cara con agua helada, la secó, salió del baño, cogió su mochila y la llenó de libros, se vistió y salió por la puerta cerrándola con determinación tras de sí.
Había estado tres meses encerrada, tres meses borracha y desnuda, tirada en aquella casa, malviviendo. Era hora de volver en sí. Era hora de salir, hora de seguir-
Todos nos hemos sentido así ¿no? Encerrados en nosotros mismos, borrachos de dolor o de rabia, sin poder salir de nuestra mente para echar un vistazo al exterior, nos hemos sentido desnudos y desprotegidos. Pero siempre llega la hora de salir.

Salir de ese encierro voluntario llamado dolor.


Poesías de muerte. Palabras de sangre.


II
Arrebátame el alma.
Arráncame el corazón.
Quema mi calma.
Destruye mi razón.
~
Cortaré mis venas.
Extirparé mis alas.
Quemaré mis penas.
Adornaré mis dramas.
~
Estoy tan perdida…
Encerrada en mi mente.
Habitación sin salida.
Cuerpo inerte, y sin vida.
~
Me equivoqué, cielo.
No fue culpa tuya.
Me convertí en hielo.

Y jamás fui suya.